domingo, 6 de julio de 2014

A QUIEN CORRESPONDA

Que la ausencia era contundente
Y que sin vacilar los recuerdos revoloteaban en la mente,
Que el miedo al olvido era infinito y que las esperanzas provenían de una cuarta,
una quinta, una enésima oportunidad.

Que a pesar de los resentimientos
Que en medio de la pesadez del alma y la pesada carga que significaba el espíritu
El amor se mantenía dispuesto en el aire, palpitante y latente para abrigarle en cualquier día,
minuto o segundo con el único objeto de repararle las heridas del pasado,
el mismo pasado que hoy lo mantenía alejado a unidades astronómicas de la mujer que amaba,
la misma por la que las reflexiones se hacían infinitas buscando la enésima oportunidad.

Que importa si habría de esperarle cincuenta y tres años, siete meses y once días. 

lunes, 12 de mayo de 2014





Se desmoronaba el cielo, la tarde era gris y el frio abrazador; el mundo corría en busca de refugio mientras él caminaba sin cesar, surcando las calles de la terrible selva de cemento que más que esto se convertía cada día en una prisión de máxima seguridad de la cual no hallaba los medios para escapar. Más que por el espacio que lo aprisionaba sin tregua, estaba dispuesto a consumar su autodestrucción física pero la cobardía era tan grande como su decepción, el miedo a traspasar el límite entre la vida y la muerte se convertía en el único y más grande obstáculo y no por el hecho de encontrarse del otro lado, todo radicaba en el tránsito, el sufrimiento y el dolor que se provocaría al cruzar la tan anhelada línea. Su muerte no era algo que le preocupase, más bien se aferraba a la idea de morir primero que sus congéneres más cercanos; así podría librarse de la infinita impotencia causada por la misma naturaleza de la vida.  
La inmadurez producto de su edad aún era visible en sus actos, el uso de sustancias psicoactivas era algo que en el pasado ya había experimentado levemente con resultados nefastos para su vida. Sin más remedio que pasar por encima de las promesas que se había hecho en una cálida noche de Septiembre, se hizo víctima de sus demonios, presa de una profunda decepción que se había tomado por asalto todo lo que era, se arraigaba en los rincones más profundos de su mente, provocando un dialogo interior de magnitudes épicas que ya había eliminado el contacto con el mundo exterior. 
La mañana había comenzado por un irritante sonido que indicaba el inicio de las actividades diarias, como todos los días acicalo su cuerpo y su cabello y a su espalda puso el morral que por años le había acompañado en la persecución de sus más grandes sueños que por diversas razones esa mañana estaban inmersos en una espesa niebla y no vislumbraba mejoría con el transcurrir del tiempo.
Sin mediar más palabra con sus padres salió y de nuevo sintió como el espacio le apretujaba los huesos, como el aire no circulaba, como cada elemento del paisaje le resultaba repugnante. La densidad del tráfico le resulto asfixiante y en un decidido impulso por escapar se encontraba caminando sin rumbo, sin dirección en búsqueda de sosiego, tranquilidad y paz; pero de nuevo era víctima de su mente. Al parecer su mente estaba convirtiéndose en su peor enemiga, no solo por la inmersión en el estruendoso dialogo interior constante sino por la reproducción una y otra vez de imágenes con un alto nivel de resolución que permitían ver claramente hasta el más mínimo de los detalles, se habían convertido en elementos resistentes al tiempo que se negaban a difuminarse.
La ingesta de las sustancias había provocado una terrible producción gráfica, sensitiva y olfativas de los recuerdos que lo atormentaban, atacado por los demonios hizo un cambio abrupto en el ritmo de su andar, el afán por escapar le hizo correr indiscriminadamente a través de la ciudad. Como era de esperarse y a causa de los desmanes alimenticios, su estado físico era deficiente y el cuerpo no tenía más salida que desmoronarse ante el ímpetu de su escapatoria y cayo allí sobre el áspero concreto; inmóvil, sin la más pequeña probabilidad de alertar en pro de recibir auxilio.
Las horas trascurrieron sin tregua, y el cuerpo yacía allí con el desespero de la mente por escapar de sí, aunque suene contradictorio y por la incapacidad del cuerpo para reaccionar del letargo y sobreponerse a las excentricidades de las que había sido objeto. Estaba siendo víctima de una sobredosis.
Las condiciones climáticas no habían mejorado mientras estuvo allí inerte. Sus vestiduras ahora eran harapos y la suciedad de su rostro era tan evidente que la gente le evitaba en el recorrido. Sin saberlo había trascurrido alrededor de 18 horas, así que la condición física de su cuerpo era precaria pero era algo que para ese momento no le preocupaba, a pesar de sus dolencias estaba próximo de cumplir con su objetivo, acabar con su existencia.
 Su misteriosa desaparición era ya causante de un revuelo dentro de su familia, desesperados acudían a centros judiciales, hospitales y a la temida morgue; nadie se explicaba la desaparición siendo considerada como premeditada o provocada, tampoco imaginaban el escenario que ocupaba él en ese momento.
Sin importar la lluvia caminaban en búsqueda de respuestas los desconcertados padres; de un lado a otro con la esperanza de encontrarlo, iniciando la búsqueda en los lugares que frecuentaba y con sus amistades más cercanas pero ninguno de los entrevistados sabía de su localización ni las posibilidades que la desaparición premeditada. La búsqueda continuó por horas, la tarde gris paulatinamente mutó a la oscuridad con la invisibilidad del atardecer causado por la nubosidad y aparecieron las luces de la ciudad. Las esperanzas de encontrarlo con o sin vida ese día se reducían rápidamente.
Cruzó la mirada a través de la lluvia, quedó petrificado en la acera, no podía creer lo que estaba viendo, un hombre luchaba con su cuerpo por mantenerlo en pie; fácilmente identificaba que no llevaba rumbo alguno y que su mirada estaba perdida, no podía creer que aquel ser humano que muchos miraban con asco en ese instante era el mismo pequñín que hacía veinte años había cargado entre sus brazos, el mismo que con una aguda voz entre sollozos y la lengua enredada un día le había dicho papá, no comprendía exactamente porque su primogénito ahora se encontraba en estado tan lamentable.
El hombre y su mujer corrieron simultáneamente tan rápido como les fue posible en su dirección y lo abrazaron con fervor infinito, la búsqueda había llegado a feliz término sin importar las condiciones en las que había sido encontrado. Él no tuvo necesidad de abrir los ojos para identificar de quien se trataba, las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, se sintió protegido y abrigado. En ese momento él cayó de nuevo sobre sus rodillas, su cuerpo había colapsado.