A QUIEN CORRESPONDA
Que la ausencia era contundente
Y que sin vacilar los recuerdos revoloteaban en la mente,
Que el miedo al olvido era infinito y que las esperanzas provenían de una cuarta,
una quinta, una enésima oportunidad.
Que a pesar de los resentimientos
Que en medio de la pesadez del alma y la pesada carga que significaba el espíritu
El amor se mantenía dispuesto en el aire, palpitante y latente para abrigarle en cualquier día,
minuto o segundo con el único objeto de repararle las heridas del pasado,
el mismo pasado que hoy lo mantenía alejado a unidades astronómicas de la mujer que amaba,
la misma por la que las reflexiones se hacían infinitas buscando la enésima oportunidad.
Que importa si habría de esperarle cincuenta y tres años, siete meses y once días.
Perdido
domingo, 6 de julio de 2014
lunes, 12 de mayo de 2014
Se
desmoronaba el cielo, la tarde era gris y el frio abrazador; el mundo corría en
busca de refugio mientras él caminaba sin cesar, surcando las calles de la
terrible selva de cemento que más que esto se convertía cada día en una prisión
de máxima seguridad de la cual no hallaba los medios para escapar. Más que por
el espacio que lo aprisionaba sin tregua, estaba dispuesto a consumar su
autodestrucción física pero la cobardía era tan grande como su decepción, el
miedo a traspasar el límite entre la vida y la muerte se convertía en el único
y más grande obstáculo y no por el hecho de encontrarse del otro lado, todo
radicaba en el tránsito, el sufrimiento y el dolor que se provocaría al cruzar
la tan anhelada línea. Su muerte no era algo que le preocupase, más bien se
aferraba a la idea de morir primero que sus congéneres más cercanos; así podría
librarse de la infinita impotencia causada por la misma naturaleza de la
vida.
La
inmadurez producto de su edad aún era visible en sus actos, el uso de sustancias
psicoactivas era algo que en el pasado ya había experimentado levemente con
resultados nefastos para su vida. Sin más remedio que pasar por encima de las
promesas que se había hecho en una cálida noche de Septiembre, se hizo víctima
de sus demonios, presa de una profunda decepción que se había tomado por asalto
todo lo que era, se arraigaba en los rincones más profundos de su mente,
provocando un dialogo interior de magnitudes épicas que ya había eliminado el
contacto con el mundo exterior.
La mañana
había comenzado por un irritante sonido que indicaba el inicio de las
actividades diarias, como todos los días acicalo su cuerpo y su cabello y a su
espalda puso el morral que por años le había acompañado en la persecución de
sus más grandes sueños que por diversas razones esa mañana estaban inmersos en
una espesa niebla y no vislumbraba mejoría con el transcurrir del tiempo.
Sin
mediar más palabra con sus padres salió y de nuevo sintió como el espacio le
apretujaba los huesos, como el aire no circulaba, como cada elemento del
paisaje le resultaba repugnante. La densidad del tráfico le resulto asfixiante
y en un decidido impulso por escapar se encontraba caminando sin rumbo, sin
dirección en búsqueda de sosiego, tranquilidad y paz; pero de nuevo era víctima
de su mente. Al parecer su mente estaba convirtiéndose en su peor enemiga, no
solo por la inmersión en el estruendoso dialogo interior constante sino por la
reproducción una y otra vez de imágenes con un alto nivel de resolución que
permitían ver claramente hasta el más mínimo de los detalles, se habían
convertido en elementos resistentes al tiempo que se negaban a difuminarse.
La
ingesta de las sustancias había provocado una terrible producción gráfica,
sensitiva y olfativas de los recuerdos que lo atormentaban, atacado por los
demonios hizo un cambio abrupto en el ritmo de su andar, el afán por escapar le
hizo correr indiscriminadamente a través de la ciudad. Como era de esperarse y
a causa de los desmanes alimenticios, su estado físico era deficiente y el
cuerpo no tenía más salida que desmoronarse ante el ímpetu de su escapatoria y
cayo allí sobre el áspero concreto; inmóvil, sin la más pequeña probabilidad de
alertar en pro de recibir auxilio.
Las horas
trascurrieron sin tregua, y el cuerpo yacía allí con el desespero de la mente
por escapar de sí, aunque suene contradictorio y por la incapacidad del cuerpo
para reaccionar del letargo y sobreponerse a las excentricidades de las que
había sido objeto. Estaba siendo víctima de una sobredosis.
Las
condiciones climáticas no habían mejorado mientras estuvo allí inerte. Sus
vestiduras ahora eran harapos y la suciedad de su rostro era tan evidente que
la gente le evitaba en el recorrido. Sin saberlo había trascurrido alrededor de
18 horas, así que la condición física de su cuerpo era precaria pero era algo
que para ese momento no le preocupaba, a pesar de sus dolencias estaba próximo
de cumplir con su objetivo, acabar con su existencia.
Su misteriosa desaparición era ya causante de
un revuelo dentro de su familia, desesperados acudían a centros judiciales, hospitales
y a la temida morgue; nadie se explicaba la desaparición siendo considerada
como premeditada o provocada, tampoco imaginaban el escenario que ocupaba él
en ese momento.
Sin
importar la lluvia caminaban en búsqueda de respuestas los desconcertados
padres; de un lado a otro con la esperanza de encontrarlo, iniciando la
búsqueda en los lugares que frecuentaba y con sus amistades más cercanas pero
ninguno de los entrevistados sabía de su localización ni las posibilidades que
la desaparición premeditada. La búsqueda continuó por horas, la tarde gris
paulatinamente mutó a la oscuridad con la invisibilidad del atardecer causado
por la nubosidad y aparecieron las luces de la ciudad. Las esperanzas de
encontrarlo con o sin vida ese día se reducían rápidamente.
Cruzó la
mirada a través de la lluvia, quedó petrificado en la acera, no podía creer lo
que estaba viendo, un hombre luchaba con su cuerpo por mantenerlo en pie; fácilmente
identificaba que no llevaba rumbo alguno y que su mirada estaba perdida, no
podía creer que aquel ser humano que muchos miraban con asco en ese instante
era el mismo pequñín que hacía veinte años había cargado entre sus brazos, el
mismo que con una aguda voz entre sollozos y la lengua enredada un día le había
dicho papá, no comprendía exactamente porque su primogénito ahora se encontraba
en estado tan lamentable.
El hombre
y su mujer corrieron simultáneamente tan rápido como les fue posible en su
dirección y lo abrazaron con fervor infinito, la búsqueda había llegado a feliz
término sin importar las condiciones en las que había sido encontrado. Él no
tuvo necesidad de abrir los ojos para identificar de quien se trataba, las
lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, se sintió protegido y abrigado. En
ese momento él cayó de nuevo sobre sus rodillas, su cuerpo había colapsado.
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